SOLEDAD Nadie logrará nunca vivir imperturbable. De hecho, uno de...
Leer másSi hay algo que puede fracasar realmente, es la relación con el propio deseo.
Es que cualquier “sujeto” se avoca más a salvar la autoridad de su existencia, que a asumir la impotencia estructural de su coyuntura subjetiva, y ello se debe al hecho de que hay algo que -solo aparentemente- se anuncia peor que ese fracaso del deseo y eso es “la sensación subjetiva de palidecer”.
Todo neurótico apunta incansablemente a “reconocerse” como sujeto, y solo por eso ninguna de sus estrategias tiene la más mínima chance frente al deseo, desde el mismo momento en que todo lo que se “re/conoce” se encuentra forzosamente re/presentado en Otro lugar que aquel donde el deseo se siente.
Si “el deseo es el deseo del Otro” es porque termina sosteniéndose en la escena de un sombrío jinete que aparece en la tormenta deseante, ese fantasma preserva -pero paradojalmente. El deseo de quien teme (por miedo a desaparecer) acercarse demasiado a su objeto “irrepresentable”.
Basta con ver lo que sucede en la escena de la “histeria”, donde la persona en juego padece el hecho de ser ella misma el obstáculo, soportando la insatisfacción permanente, o en la escena de la neurosis obsesiva, donde el sujeto se salvaguarda en su reconocimiento a pesar de que allí las cosas de su deseo nunca puedan suceder, y lo hace al punto de sostener su ausencia a fuerza de tácticas como la procrastinación.
La contienda para el sujeto es: reconocerse o desear. Porque “reconocerse como sujeto” es la posibilidad del orden primordial que se edifica sobre el deseo sexual, orden que recae sobre los intercambios que responden a la ley de alianza y parentesco.
La pregunta aquí es: ¿cómo dejamos que ese orden necesario nos afecte?, porque, es claro que de la Ley que se proyecta, se desprende una significación con la facultad de fundamentar las acciones de todo sujeto que se precie.
Quien padece el hecho de haber quedado en calidad de objeto de uso, en pos de que la fecundidad y el linaje se constituya y se sostenga, no tiene otra salida que una neurosis que es funcional al sistema y un síntoma deseante que le es consustancial.
Entre sueño propio de esa escena y su despertar se ubica el blanco perfecto del análisis, cuyo objetivo no es otro que el de liberar el deseo de un despertar imposible.
MÁS VALE MALO CONOCIDO, QUE BUENO POR CONOCER… La realidad...
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