LA VIDA INGENUA Quizás sea por la tentadora pureza que...
Leer másSin duda alguna, quien se encuentra emocionalmente triste se siente afligido, quizás sin remedio. Pero la tristeza, no es algo que necesite un remedio. Freud diría que las emociones son instintos pero enlazados a ideas inconscientes, porque si un instinto no se enlazara a una idea o a un estado afectivo nada podríamos saber de él. Dado que lo humano carece de instinto, la base de las emociones es entonces, un sustrato inhumano del cuerpo. Lacan por su parte se centró en el sujeto, considerando el afecto que la tristeza no puede dejar de ser. Así, situó la tristeza como algo del orden de un vacío que viene a afectar a la subjetividad, teniendo en cuenta claro, que somos bastante más que sujetos.
¿Existe entonces, alguna posibilidad, por más remota que sea, de incidir allí mismo sobre el sustrato de esa tristeza que pudiera afectarnos? Curiosamente, es en un modo de pensar donde los significantes de ese vacío se implican con la tristeza, pero no son los significantes el problema, ni si quera el pensamiento, sino un modo de pensar que no logra concebir el vacío. Dadas así las cosas, lo que podría oponerse a la tristeza no es la alegría, sino otro modo de pensar, uno que pueda parir ese vacío para elevarlo a otra dignidad, vacío que –incubado- tanto afecta la subjetividad. Todo comienza con hablar, pues lo que se enuncia bien se concibe claramente, una clara enunciación es lo que, finalmente, podría dar cuenta de lo inconcebible.
Silvia Cossio Alexandre – Psicoanalista
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